Cappa, un personaje en todo sentido


Dueño de un discurso fácil de entender, entretenido y lindo para escuchar y digno de ser leído, Ángel Cappa suele mostrar dos caras. El entrenador de River, a la hora de las palabras, deja bien en claro su pensamiento sobre el fútbol en general y sobre su equipo en particular. Prioriza el juego por abajo, la salida por los laterales y el toque de pelota constante, sin tirar pelotazos. Claro, a la hora de llevarlo al campo de juego no es tan sencillo y es lo que le sucede actualmente a River, que no juega bien ni mucho menos. En realidad, casi ningún equipo lo hace en el fútbol argentino pese a que, de a ratos, lo logren el líder Estudiantes, el escolta Vélez y el sorprendente Godoy Cruz.


Las dos caras de Cappa tienen que ver con lo que muestra detrás de la línea de cal cuando, casi siempre parado y nervioso, observa cómo rinde el equipo que dirige y, muchas veces, insulta desaforadamente. En algunas ocasiones, los destinatarios son los árbitros, los plateístas del rival, los alcanzapelotas y demás. El bahiense de 64 años no tuvo una trayectoria destacada en sus tiempos de mediocampista central de los dos clubes más importantes de su ciudad natal: Olimpo y Villa Mitre, por el cual simpatiza.


Sin embargo, trazando un paralelo con su carrera como jugador, su currículum fuera de los límites del campo de juego es mucho más importante: como ayudante de campo, acompañó a César Luis Menotti en la Selección Argentina durante el Mundial de España 1982 y más tarde en el Barcelona de ese país, donde conquistaron la Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa española.


Una vez que abandonó a Menotti y se decidió a ser entrenador, dirigió dos veces a Banfield: fue subcampeón en la B Nacional y luego, en Primera, tomó un equipo en una posición muy complicada que provocó el descenso, en la temporada 1987/1988. Después, su carrera continuó otra vez al lado de Menotti, en Peñarol de Uruguay en 1990, donde no les fue bien, y más tarde fue también ayudante de campo de Jorge Valdano, primero en el Tenerife y, luego de arruinarles dos Ligas consecutivas al Real Madrid, fueron contratados por la institución Merengue, donde ganaron la Liga española.


Más tarde sí se decidió finalmente por seguir como entrenador y estuvo en Las Palmas de España, Racing, Atlante de México y nuevamente en el Tenerife, en Segunda División. En 2002, ganó el primer título como técnico, cuando obtuvo el Apertura peruano dirigiendo a Universitario. Más tarde tuvo otra etapa en Racing, de donde se fue por malos resultados, y llegó al Sundowns de Sudáfrica, donde consiguió la Charity Cup, segundo y último logro como DT.


Sin embargo, su pico de popularidad, para bien y para mal, se dio en 2009. En una decisión polémica y cuestionada por muchos en ese entonces, el presidente de Huracán, Carlos Babington, lo designó para dirigir al conjunto de Parque Patricios, muy complicado con el promedio del descenso y sin un gran plantel. Sin embargo, una vez terminado el Apertura 2008, en el que dirigió los últimos encuentros, el juego del equipo en el Clausura 2009 enamoró a propios y extraños, ya que era casi unánime la simpatía del futbolero neutral por ese Huracán, apodado el del "Tiki Tiki" por el juego vistoso que desplegó en muchos partidos.


En ese campeonato, el Quemero llegó primero a la fecha final con dos puntos de ventaja sobre Vélez, su rival en la última jornada, en Liniers. Allí, después del ya famoso gol de Maximiliano Moralez que definió el torneo a favor del Fortín, su frase "cagones de mierda" hacia los alcanzapelotas del local -por hacer tiempo- quedará en el recuerdo. A causa de esas palabras y de sus críticas hacia Gabriel Brazenas, el árbitro de aquel partido que no cobró un foul previo al tanto decisivo de Moralez, sumado a su nerviosismo actual, en una situación muy difícil en River, una gran cantidad de gente se puso en contra del bahiense, tildándolo de "vendehumo" por tener un discurso pacífico en cuanto al fútbol, pero demostrar lo contrario en los estadios, insultando en casi todos los encuentros.


Algunos de los que lo aman sostienen que es muy bueno para el fútbol argentino que haya entrenadores como Cappa, con una filosofía definida y una variedad de recursos dialécticos no habituales. Otros, los que no lo pueden ni ver, opinan que "nunca ganó nada así que no puede hablar" y lo acusan de soberbio y de mentiroso. Como sea, de un lado o de otro, Cappa es un personaje en todo sentido, dentro y fuera de la cancha. Y seguramente seguirá entregando capítulos de su historia futbolera día a día.