En sólo diez días arrancará el primer Mundial de fútbol de la historia en el continente africano. Como ya se sabe hace mucho, el país encargado de llevar a cabo el segundo evento deportivo más importante del planeta- detrás de los Juegos Olímpicos- es Sudáfrica. Si bien es la nación con el territorio más amplio y la mayor cantidad de población del continente, sucede lo mismo que en tantos otros sitios: la riqueza se la llevan muy pocos, mientras que la gran mayoría de la población es muy pobre y, por lo tanto, tiene muchísimos problemas a diario.
Algunos datos hablan por sí solos: en una población de 49.052.489 personas, el ¡50 por ciento! está bajo la línea de pobreza y el 24 por ciento no tiene trabajo. Además, la expectativa de vida es de apenas 48, 98 años. Dentro del gigante africano, el 79 por ciento de la gente es de piel negra, mientras que los blancos no llegan al 10 por ciento (9, 6). Sin embargo, éstos últimos, en general, retuvieron el poder económico y se enriquecen cada día más. Justamente lo opuesto pasa con la gran mayoría de la totalidad.
Siguiendo con el desigual presente de uno de los países más pobres, el 91, 5 por ciento de los habitantes nunca navegó en Internet, un privilegio que poseen muy pocos. Por si todos estos inconvenientes fueran escasos, el anfitrión de la próxima Copa del Mundo ostenta un récord lamentable: el 12 por ciento de sus ciudadanos (5, 7 millones de personas) están afectados con VIH, el virus del sida, una de las peores enfermedades de todos los tiempos. Tanto es así que, sólo durante el 2007, murieron 350.000 personas a causa de esa infección. El idioma más utilizado en Sudáfrica es el zulú, hablado por el 23, 8 % de la gente. Lo sigue el xhosa, con el 17 %. En total, las lenguas oficiales del país son once (entre ellas, por supuesto, el inglés), aunque hay otros nueve idiomas nacionales.
Lo peor es que no sólo la actualidad de Sudáfrica es vergonzosa; también lo es su historia. En un artículo sobre el gigante africano, sería imposible e imperdonable no mencionar a un ídolo popular, a una leyenda vivente y, sobre todo, un símbolo y emblema de Sudáfrica: Nelson Mandela. Nacido el 18 de julio de 1918 (a poco de cumplir 92 años), fue el líder de la lucha contra el Apartheid, un nefasto sistema de segregación racial que predominó en la nación desde el nacimiento mismo del país (aunque se lo legalizó en 1948) y terminó en 1994, obviamente de la mano de Mandela.
El caudillo que marcó un antes y un después en la historia de su país estuvo 27 años preso. El 21 de marzo de 1960 se dio "La masacre de Sharpeville", en la que el gobierno local reprimió una manifestación para la liberación nacional que terminó con 69 muertos, todos negros. Aquello derivó en el comienzo de una etapa judicial muy difícil para Mandela, tan difícil que terminó, cuatro años después, condenado a prisión perpetua en Robben Island, un islote a once kilómetros de Ciudad del Cabo.
Acusado de terrorismo y conspiración para derrocar al gobierno de turno, ese verdadero calvario de 27 años tras las rejas le permitió a Mandela convertirse en el gran ícono que es hoy. Ese encierro mezclado con tristeza e impotencia le "sirvió" para ver cosas que quizás antes no veía. Así, el régimen racista del país fue perdiendo consenso internacional hasta que en 1985 comenzaron las conversaciones con Mandela con apoyo desde el exterior. Tanto fue así que en Londres se realizó un megaconcierto para pedir la libertad del líder, todavía preso.
Finalmente, en 1990 llegó la liberación para él y, de ahí en más, todo le sucedió muy rápido: en 1993 ganó el premio Nobel de la Paz y un año más tarde, con dos tercios de los votos y el apoyo de muchos blancos, se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica. Su principal objetivo era transformar el país en una democracia multirracial.
En 1995, un año después de que se le pusiera fin definitivamente al Apartheid, Sudáfrica fue campeón del mundo de rugby, exactamente el 24 de junio. Ese también fue un logro histórico que contribuyó para que la sociedad local tomara conciencia de que muchas cosas habían cambiado. En una final apasionante, los locales vencieron con un drop agónico a Nueva Zelanda en Johannesburgo, con un dato importante: el equipo titular estaba integrado por 14 blancos y un negro, lo que marcaba que todos podían tirar para el mismo lado en busca de cumplir un objetivo en común.
Por supuesto, muy poco del presente o de la historia de su país les importará a los locales al menos desde el 11 de junio al 11 de julio, cuando reciban medio millón de visitantes desde todo el planeta para albergar el 19° Mundial de fútbol de la historia y el primero en el continente más postergado. Ellos no dudan en expresar la alegría que sienten, no tienen por qué disimularla. Si hasta el nombre de la pelota oficial de la Copa del Mundo lo dice: se llama Jabulani, que en zulú significa "celebrar". No podía ser de otra manera. Pese a las desigualdades de toda índole históricas y actuales, Sudáfrica tendrá un respiro, un descanso, al menos por un mes. Está todo dado para que así sea. Entonces, ¡que empiece la fiesta!.
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